
La vida se aferra a la vida. Es la única conclusión certera a la que hasta ahora llegaron los científicos ante la ausencia de datos que expliquen cómo en la Cuenca Matanza-Riachuelo, cuya contaminación es extrema, sobreviven comunidades de tortugas marinas, coipos, garzas y variedades de aves autóctonas.
En Caminito, justo frente a Proa, los chicos de un colegio corren eufóricos hacia el muelle para avistar el fenómeno: mimetizas con el color gris amarronado de las aguas, entre 10 a 15 tortugas acuáticas se asolean plácidas sobre palos entre algunos residuos que lleva y trae la marea.
“Las tortugas son fósiles vivientes, animales que han soportado de todo, desde radiación hasta contaminantes. Respiran aire atmosférico como los humanos; por eso no es problema si hay poco o nulo oxígeno en el agua. El bajo metabolismo de los reptiles hace que determinados tóxicos no infieran tanto como en los mamíferos”, explica Gabriel Giacobone, zoólogo y gerente de Biodiversidad Urbana del Gobierno de la Ciudad. Y agrega: “La gente no lo nota pero hay mucha tortuga autóctona en toda la costanera del sur, comúnmente llamada tortuga de laguna. Son carnívoras, específicamente piscívoras, aunque peces no hay”.
En la cuenca viven seis millones de personas, más de medio millón en villas de emergencias y la mitad no tiene cloacas. Estos residuos, sumados a los vertidos industriales, son altamente contaminantes y anulan la capacidad del agua de albergar oxigeno y vida. Porque pese a los esfuerzos de saneamiento, el Riachuelo sigue críticamente contaminado. Entonces, ¿cómo es posible que sobrevivan algunas especies de fauna autóctonas?
En 2008 la medición de oxígeno en el agua indicaba entre 0 y 1 mg; y hoy, ocho años después, se mantiene igual. Se estima que son necesariosal menos 2 mg de oxígeno por litro para que existan peces. El objetivo de un río bien saneado es de 5 mg oxígeno por litro, y lo ideal sería de 7 mg, dicen los ambientalistas. Sin embargo, la realidad indica que a Inglaterra le tomó 50 años sanear el Támesis y la inversión fue multimillonaria.
Las lanchas que el Gobierno de la Ciudad dispone para limpieza y supervisión de tareas esperan para emprender el recorrido y el avistamiento de fauna por el curso de agua. Javier María García Elorrio, responsable de la limpieza de los márgenes, advierte a esta cronista: “La navegación deportiva, recreativa y comercial está prohibida a excepción de la de Prefectura, la ACUMAR y nosotros, que realizamos tareas específicas”.
El paisaje difiere drásticamente de aquellos cuadros pintados por Quinquela Martín. Barcos, grandes y pequeños, incluso los 26 que se encontraban hundidos, han sido removidos. La proa de la lancha se abre paso en un agua que, de tan espesa, se asemeja a una pátina homogénea de aceite. Y, a manera de perfecto espejo, refleja y “denuncia” todos sus actores contaminantes: villas, vertidos químicos y cloacales, fábricas, curtiembres y mataderos.
Gretel Gaffoglio/Maestría Clarín
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