El estadio del Parque Roca, en Villa Soldati, está cerrado desde hace más de tres años por los retrasos para colocar la cubierta corrediza. Ahora la instalación avanza, y la promesa del Gobierno porteño es terminarla en abril. Si lo cumplen, la Ciudad finalmente tendrá la arena cubierta más grande del país.
La demora fue, además, muy costosa. El presupuesto original para la obra era de $ 95 millones, pero entre la inflación y las correcciones técnicas, su costo final se irá a $ 197 millones, según confirmaron en la Ciudad.
Los problemas existieron desde el inicio e incluyeron cierto grado de improvisación. De acuerdo a un informe de la Auditoría General de la Ciudad, «es la primera obra de estas características que se realiza en el país, y ninguna empresa nacional tiene antecedentes en este tipo de emprendimiento. Es por ello que debería haberse ampliado el llamado a una Licitación Pública Internacional». Por eso, señalan, hubo que realizar diversas actualizaciones de precios y contrataciones de trabajos no previstos que terminaron retrasando y encareciendo todo. La obra está a cargo de las empresas Teximco y Dal Construcciones.
«Las características de la nueva cubierta son únicas en América Latina. Se requirió un determinado nivel de complejidad que nos obligó a reforzar todos los estudios técnicos. El nuevo estadio quedará listo en abril, seis meses antes de que comiencen los Juegos Olímpicos de la Juventud», afirmó el ministro porteño de Desarrollo Urbano, Franco Moccia.
El estadio de Parque Roca fue usado por primera vez para una ronda de Copa Davis en febrero de 2006, aunque en esa oportunidad se utilizaron tribunas tubulares desmontables. Luego se inició la construcción de la estructura de cemento, que fue muy rápida porque se hizo con bloques premoldeados. Así, el 19 de septiembre de 2006 quedó inaugurado. Al año siguiente, la Legislatura porteña lo bautizó «Mary Terán de Weiss», en homenaje a la primera tenista argentina. Además de la Davis, en el complejo se hicieron recitales y otros eventos.
Pero a fines de 2013 el estadio fue cerrado para iniciar la construcción del techo, con la promesa de terminarlo en marzo de 2015. No sólo no se cumplió sino que a fines de ese año la Ciudad directamente paró los trabajos para revisar el proyecto. En octubre del año pasado hicieron las pruebas para medir la resistencia de los dos arcos que sostendrán la estructura. En tres semanas debería comenzar el montaje de los paneles de acero, para lo que se deberán usar cuatro grúas, incluida una que levanta 600 toneladas.
Clarín recorrió la obra. Las tribunas quedarán bajo una cobertura fija, pero sobre la pista central habrá una «ventana» de 55 metros de largo por 27 de ancho, con dos paneles que se correrán con un sistema de motores. Como también hubo que construir una estructura perimetral para sostener el techo, ganaron espacio para aumentar la capacidad de 14.000 a 15.000 espectadores. Además habrá reformas en los baños, accesos y otras instalaciones.
El estadio se convertirá así en la arena cerrada más grande del país, superando al Orfeo de Córdoba, al Direct TV Arena de Tortuguitas y el Luna Park (ver recuadro). Y será el único Latinoamérica con cobertura retráctil.
Hace varios años que se plantea la necesidad de que Buenos Aires cuente con un estadio de estas características, porque los actuales ya quedaron chicos. Cuando el club Comunicaciones estaba en riesgo de quiebra, en 2011, la Legislatura porteña aprobó una ley para que la Ciudad comprara parte del predio y lo usara para hacer una arena (finalmente la institución fue recuperada por sus socios). En ese momento, un grupo empresario también había propuesto construir allí un estadio cerrado.
También hubo un proyecto que nunca avanzó para hacer en el parque Sarmiento una cancha más chica que se iba a usar sobre todo para rugby. La última iniciativa que alcanzó algo de forma fue la de un emprendimiento privado que quería construir un complejo en Balvanera, en lo que se conoce como «Manzana 66» (Jujuy, Belgrano, Moreno y Catamarca), pero que tuvo tanto rechazo vecinal que quedó trunco, al punto que la Ciudad lo expropió para hacer un parque.
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