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Avenida Córdoba, persianas bajas en el polo de los outlets

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Los comerciantes de la avenida Córdoba, uno de los polos de outlets de indumentaria más fuertes de la ciudad durante la década pasada, los mueve una promesa: mañana será mejor. Córdoba, dicen ellos, dejó de ser lo que era. Las veredas que solían estar repletas de negocios con marcas de primera línea ya no pueden esconder los locales vacíos. Los carteles de alquiler se multiplican. Otras tiendas sobreviven con una inscripción en las vidrieras: «Liquidamos«. Algunos, debajo de esa desesperada invitación al consumo, escriben con pintura blanca y pincel de brocha gorda una frase final: «Nos vamos».

«Córdoba tuvo siete años de esplendor«, relata Ariel Lamas, dueño de Cosentino, una marca de ropa de hombre. Los tiempos de gloria sobre esa avenida -que separa Palermo de Villa Crespo- empezaron en 2000, cuando en el tramo entre Julián Álvarez y Thames las marquesinas lucían nombres de franquicias reconocidas y el tránsito vehicular tenía correlato en el tránsito de peatones que llegaban para comprar. Durante esos días, a la par de los clientes de clase media, los turistas cargaban bolsas impulsados por los precios accesibles. En 2007, recuerda Lamas, ese síntoma empezó a desaparecer. Los consumidores apostaron a la zona de Aguirre y Gurruchaga, en Villa Crespo. Y a los extranjeros, en su mayoría brasileños, les empezó a resultar más económico comprar en sus países. «Ahora la gente viene a pasear. La ves caminando, pero sin bolsas», explica Lamas.

Los números del desmoronamiento hablan por sí solos. Según la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, que cada bimestre hace un recuento de cuántos locales cerrados hay en la zona, había 27 persianas bajas hacia finales de abril. El pico había sido en noviembre y diciembre, con 35 espacios vacíos. Ante el oscuro escenario, los comerciantes intentaron hacer algo. Precisaban recuperar la clientela que se había volcado definitivamente hacia los outlets de Villa Crespo y al shopping Distrito Arcos, en Paraguay y Juan B. Justo, que también ofrece ropa de segunda mano.

La palabra renovación suena entre los vendedores como un mantra. Oscar Romano es uno de los que apostaron a ese recambio. Abrió Pekken, una mueblería infantil, en noviembre del año pasado. «Elegimos Córdoba porque es un punto más comercial«, dice primero, y después agrega, como en un desahogo: «Esperábamos otra cosa, buscábamos algo más. No estamos mal, pero proyectábamos algo distinto».

«Este verano tuve días en que no abrí caja -admite Lamas-. Ahí entrás en una desesperación. Te preguntás si estás haciendo algo mal. Pero todos están en la misma. Córdoba era una torta de ocho porciones y todos comíamos una. Ahora somos la misma cantidad de negocios, pero hay tres porciones. A veces comés, a veces no

Córdoba continúa siendo una de las vías de escape preferidas del microcentro. La fluidez del tránsito y la numerosa cantidad de líneas de colectivos que la atraviesan son los motivos que ilusionan a los comerciantes con el renacimiento de la avenida que supo atraer compradores en masa. «Va a seguir funcionando porque es un lugar de paso», dice Berberian. «La clave es mostrar. Que la gente venga y vea que los precios están bien«, dice Lamas en un suspiro esperanzador que al final se quiebra en la confesión de una derrota: «Sí, Córdoba cayó considerablemente»

La Nación