La reconversión del zoo porteño en un ecoparque atraviesa un momento crítico en el que se mezclan renuncias de técnicos, informes internos lapidarios, durísimos cuestionamientos por escrito a las autoridades, mal clima dentro y fuera de la institución y el reciente portazo de otra ONG asesora del proceso de transformación.
A casi un año de la reestatización del predio de Palermo y de que el Ministerio de Modernización asumiera la conducción del cambio, la crisis en materia de bienestar animal e infraestructura y la falta de un plan estratégico en conservación continúan. Al exiguo avance con las promesas de inversión de $ 52 millones para mejorar los recintos de 579 animales (hay otros 500 sueltos por el parque), sobrevino el mes pasado la renuncia en bloque de tres técnicos del área de Biodiversidad que velaban por el bienestar de la fauna: Rosario Espina, Hernán Ibáñez y Martina Sasso.
«Ese barco va derecho al iceberg», graficó el naturalista Claudio Bertonatti, ex director del zoo y asesor de Azara. «No tenemos interlocutores válidos que entiendan sobre conservación y manejo animal. Y la opinión de los especialistas no es tenida en cuenta en la toma de decisiones. No existe un plan técnico-científico para la colección y tampoco un rumbo claro sobre cómo lograr una transición, ya no de excelencia, sino aceptable«, fustigó.
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