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El éxito de las ferias itinerantes en la Ciudad

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La Plaza Boedo tiene la apariencia de un domingo en un martes. Perros negros duermen al sol. Adolescentes hablan en ronda. Mujeres y hombres con changuitos, bolsas de tela -algunas de plástico- forman fila frente a carritos pintados de amarillo. Son clientes de la feria itinerante que cada martes, de 8 a 14, se monta y desmonta sobre la calle Estados Unidos, en uno de los bordes del parque. Son una muestra de un grupo mayor: las más de 120.000 personas que por semana se abastecen en la ferias del Gobierno porteño.

En septiembre de 2016, eran 16. Hoy, 27. Funcionan de martes a domingo en 60 ubicaciones. Tienen entre siete y doce puestos, y venden frutas, verduras, pescados, mariscos, lácteos, fiambres, pollo, cerdo, huevos, panes, semillas y especias. Se calcula que por semana cada feria promedia unos 4.500 clientes. Cada 15 días, el gobierno acuerda con los feriantes un listado de precios sobre 30 productos básicos de la canasta familiar y así se garantiza que los valores en los puntos móviles sean parejos y más baratos que los que ofrece un supermercado o local a la calle. La base para definir los precios son los valores del Mercado Central.

Las ferias itinerantes se arman con trailers que a su vez se trasladan con camionetas. Son mercados rompecabezas, nómades. En Boedo, una verdulería abre la hilera de puestos, otra la cierra. En el medio, los vendedores se asoman entre salamines y hormas de queso, bolsas de arpillera llenas de nueces o almendras. Fernando Bergami (29) acaba de comprar en la última verdulería. Con una mano sostiene su bicicleta, con la otra un cajón de madera. Adentro hay mucho: tres plantas de espinaca, coliflor, tomate, berenjena, perejil y peras. “Es la compra de la semana. Soy vegetariano y consumo bastante”, dice. Hace dos meses llegó a Boedo. El barrio, sus casas y fachadas, fueron un descubrimiento, no la feria. Era cliente de una en La Boca y no bien se mudó buscó en Internet si existía otra cerca de su casa nueva. En la pantalla del celular le apareció una a cinco cuadras. “En una verdulería normal no sabés cuánto vas a terminar gastando. Comprar sin saber el precio es un peligro. Acá está definido y los productos son más frescos”.