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En 2017 empieza la puesta en valor del teatro Cervantes

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Los andamios que desde hace ocho años cubren el Teatro Nacional Cervantes serán al fin removidos para restaurar la fachada, una joya arquitectónica escondida bajo caños metálicos. Con una inversión estimada en más de 42 millones de pesos, el Gobierno anunció la licitación de obras para refaccionar el edificio, construido a principios del siglo XX con materiales traídos en barco desde España por órdenes del rey Alfonso XIII.

Cables a la vista; grietas y fisuras; vegetación invasiva; depósitos de guano, sales y costras negras; restauraciones inadecuadas; humedades ascendentes; erosión; desprendimiento de revoques y armaduras; corrosión de balcones, cornisas y ornamentos; deterioro de carpinterías, y falta de herrajes son algunas de las patologías del exterior del edificio consignadas en el informe de la Subsecretaría de Obras y Servicios Públicos. El caudal de daños impulsó que el Ministerio de Cultura de la Nación llamara a licitación para la «restauración y puesta en valor de las fachadas y cubiertas» del Teatro Cervantes.

Una vez terminada esta primera etapa de refacción, se abrirán los pliegos para poner en valor el interior del edificio, cuya construcción fue financiada por la actriz española María Guerrero y su esposo, Fernando Díaz de Mendoza, y que fue inaugurado en 1921. Poco antes de su centenario, en 2018 se comenzará con la restauración de las salas, la tapicería y los frescos que decoran pasillos y salones.

«¡Qué bueno! No puedo creer que finalmente saquen los caños que tapan el frente, que es tan lindo. Perdí la cuenta de cuánto hace que están puestos», opinó Carlos María Gallo, un abogado que tiene su estudio en las cercanías. «Aleluya -exclamó Analía Errona, dueña de un tradicional negocio de marcos de cuadros frente al Convento Las Victorias-. Me duele que nadie tenga en cuenta el valor patrimonial del teatro. Vienen turistas, se paran enfrente, sacan fotos y siento vergüenza.» Es que, con el transcurso de los años, la estructura metálica pasó a ser parte del paisaje cotidiano. Tanto el Cervantes como la Confitería del Molino son algunas de las construcciones emblemáticas de la ciudad que permanecen desde hace años escondidas detrás de andamios sin ningún tipo de avance en las obras.

«En un principio las empresas deberán realizar la impermeabilización de los 2900 metros cuadrados del exterior. Se repararán humedades ascendentes y entradas de agua, también los techos y las cubiertas. Se iluminará la fachada, única en su estilo», explicó Sábato. En 2012 se realizó un llamado a licitación para la restauración, pero no se presentó ninguna empresa; en 2015, se lanzó otra licitación por 21,3 millones de pesos, pero tampoco se concretó.

«Analizamos el último proyecto y nos pareció incompleto, por lo que realizamos un nuevo llamado para resolver la totalidad de la problemática. Incorporamos normas de transparencia y aplicamos el concepto de restauración conservativa, como en otras obras de valor patrimonial de la ciudad», agregó.

Según recordó Sábato, los andamios habían sido en su momento comprados directamente por el Estado para evitar mayores costos.