El destino de la Villa Roccatagliata, el palacete emplazado en la esquina de avenida Balbín y Roosvelt, en Coghlan, no termina de resolverse. Entre el avance de la obra que pretende integrarla a un complejo de lujo, y el rechazo de los vecinos a dos nuevas torres gigantes en el barrio, que además atenten contra este patrimonio arquitectónico, ahora se interpone una medida cautelar que ordena frenar la construcción en el predio.
En la demanda, presentada por el legislador Gustavo Vera, se solicitó que se declare la nulidad del permiso de obra otorgado por el Gobierno de la Ciudad en abril de 2014, donde se autorizaba a construir alrededor de la Villa Roccatagliata un edificio de 13 pisos y otro de 27 con una altura de 83,80 metros y aproximadamente 43.200 metros cuadrados.
La puja viene desde 2013, cuando ni bien fue anunciado el emprendimiento, un grupo de vecinos de Coghlan y Belgrano, la ONG Basta de Demoler y la Asociación Civil Amigos de la Estación Coghlan se presentaron ante la Justicia para cuestionarlo. Tenían fundamentos de peso, que van desde la conservación del edificio como un icono patrimonial de la zona, hasta la importancia de mantener libres sus alrededores, como un pulmón verde muy necesario para el barrio.
«Esta obra es paradigmática de cómo en la Ciudad se violan gran cantidad de normas urbanísticas para favorecer los negocios de las constructoras y desarrolladoras inmobiliarias por sobre la calidad de vida de los porteños, la defensa del ambiente urbano y la protección del patrimonio porteño», expresaron desde el Observatorio del Derecho a la Ciudad.
En ese sentido, en el amparo impuesto por la Justicia se menciona el impacto ambiental que una obra de esta magnitud tendría en esa esquina. Por ejemplo, se permitiría una perforación de las tangentes mayor a la allí autorizada, y se modificaría una parcela de más de 2500 metros cuadrados, sin los estudios predios que un desarrollo de estas características requiere.
Villa Roccatagliata se levantó en 1900 a pedido de Juan Roccatagliata (la familia fue dueña de la Confitería Del Molino), y aunque su autor es desconocido, la residencia conserva el estilo de villa italiana, herencia de la obra de Andrea Palladio. En su momento, los porteños acomodados que residían en palacetes o “petit hotels” en el Centro, las adoptaron para sus quintas de los suburbios. Esta fue una de las primeras, y en la actualidad, la única que conserva el barrio.
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