En la Ciudad de Buenos Aires hay dos grandes incubadoras de árboles, capaces de generar 6.000 ejemplares por año. Son zonas de experimentación dirigidas por botánicos que intervienen en la gestación, nacimiento y desarrollo de árboles autóctonos de la región del Río de la Plata o de especies propias de la Argentina que sean aptas para veredas, plazas y parques. Una funciona en la Reserva Ecológica, la otra en Parque Avellaneda, informa Clarín.
“La arboleda quedó desactualizada. Los plátanos dan alergia, las tipas se caen y hay tantos fresnos que, si un hongo los enferma perdemos la mitad de los ejemplares”, dice a Clarín Jorge Serángelo, un técnico botánico que trabaja en el Parque Avellaneda.
En este espacio verde los expertos realizan su tarea dentro de una cúpula de varillas flexibles y cubierta de lona a la que llaman domo y que guarda 1.000 ejemplares distribuidos en macetas negras de distintos tamaños y decenas más, que aún son semilla y esperan su germinación en bandejas llenas de compost y sustrato de río. La cúpula es blanca y de bordes metálicos, hecha sobre el esqueleto de un viejo tanque australiano.
Hacia 1890 Carlos Thays comprobó que en Buenos Aires crecían árboles de clima subtropical al plantar tipas, ceibos y palos borrachos que había descubierto en selvas de Salta y Tucumán. Pero desde entonces pasaron más de 100 años y en la cabeza de los expertos había una exportación inédita. Era la de un ejemplar de tronco bajo y copa redonda, que se llena de flores amarillas en febrero y marzo: el cassia carnaval. Originario de Jujuy y Salta, hay uno en una vereda del barrio de Villa Luro. De ahí extrajeron semillas y las sembraron en tierra nueva. Los primeros brotes aparecieron y con ello un objetivo: modernizar el paisaje urbano con otras plantaciones.
Los árboles producen oxígeno, absorben dióxido de carbono y amortiguan ruidos. Aunque no hay árboles nativos de las urbes, los que van a veredas, plazas y parques tienen una planificación detrás. “Plantar un fresno, un paraíso, un plátano o una tipa perdió sentido. Esos árboles demostraron que tienen problemas de salud. Nosotros estamos sembrando especies que no superan los siete metros, no rompen veredas y son resistentes”, dice Serángelo.
La producción del domo y de un invernáculo exterior con 500 ejemplares abastece a los barrios deVilla Soldati, Villa Riachuelo, Villa Lugano, Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda. También al Parque General Paz, en Saavedra. Se usa para reemplazar plantaciones enfermas o llevar verde a espacios grises.
“El objetivo, a 2019, es reproducir ejemplares para toda la Capital y que el Estado no tenga que comprar a viveros privados”, dice a Clarín Gabriel Borges, el responsable del mantenimiento del espacio público de las Comunas de la Ciudad. Adrián Peña, a cargo del arbolado público, del domo y el vivero del parque, precisa: “Un árbol cuesta entre 300 y 500 pesos, según la especie. Es un ahorro importante”.
“Multiplicamos especies nativas de la región del Río de la Plata para incorporarlas a la reserva y así recuperar el paisaje original. Un ambiente que se perdió desde la llegada de los españoles y que sólo se encuentra en la isla Martín García o en Punta Lara”, dice a Clarín Fernando Pisera, responsable del vivero del Ministerio de Ambiente y Espacio Público que genera la producción
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