En Moldes, entre Teodoro García y Virrey Olaguer y Feliú, los conductores estacionan donde quieren. Esa zona de Colegiales se acostumbró a una situación prohibida en cualquier otro lugar de la ciudad: los autos reposan sobre la mano derecha, como una suerte de guardianes de los 700 metros de bicisenda. Pese a los controles de tránsito, los vecinos y aquellos que se acercan casualmente al barrio convirtieron la prohibición en algo habitual.
No es un puñado de autos aislados. Es una fila extensa, interminable, sin espacios entre sí. Por la normativa vigente está prohibido estacionar sobre las bicisendas. De todas maneras, en Moldes hay cuatro carteles que lo recuerdan. «Es que no hay lugar para estacionar», se excusa Sergio Moussou, mientras deja su auto en el sector prohibido. «Prefiero «comerme» dos o tres multas por año antes que pagar un garaje privado», justifica.
Desde la Secretaría de Transporte porteña saben que esas cuadras son un caos: sólo allí se labran entre 500 y 700 multas por semana, cada una por $ 1040. Las infracciones, en total, generan alrededor de $ 600.000 cada siete días. Afirman que el objetivo no es recaudar, sino «generar conciencia para que no vuelva a ocurrir». El método de «educación» es simple: «El vecino puede dejar el auto allí una o dos veces, pero a la tercera, cuando vea que tiene que seguir pagando multas, lo va a sacar», explican. Otras veces los dejan en evidencia con carteles pegados en los parabrisas.
Aunque en Transporte no tengan registros de otras calles en las que se repita la práctica de Moldes, los porteños estacionan mal. Las sanciones para estos comportamientos ocupan el segundo lugar en el ranking de castigos. Representan el 32,6% de las infracciones totales en el período comprendido entre enero y julio de este año, con 267.065 sanciones. Es decir, alrededor de 1260 por día. Para combatirlo, el gobierno apostó por una nueva tecnología, con agentes de tránsito que controlan las calles en moto con una cámara en sus cascos. En este momento, los uniformados, con 24 dispositivos del estilo GoPro, recorren la ciudad a diario. En el período enero/julio de este año, el 53,5% del total de las actas por estacionamiento indebido se hizo con este mecanismo.
Desde abril, los controles aparecen dos veces al día en Moldes. En cuatro minutos de recorrido filman a un centenar de infractores mal ubicados. En Moldes, por esta problemática, el espacio de la calle disponible para los vehículos que transitan es angosto, tanto que ni siquiera alcanza para que circulen colectivos o camiones.
La práctica es habitual entre los residentes de la zona. «¿Qué querés que te diga? Entiendo que dejen los autos así», opina Gustavo Cangiano, de 59 años. Para Vicente, de 60, mecánico de un taller en Moldes y Teodoro García, el problema empezó a fines de 2014, cuando inauguraron la bicisenda. Eso, se queja, provocó el desorden. El tramo de la ciclovía son 700 metros que van desde Virrey Olaguer y Feliú hasta la puerta de su taller, y se conectan con otra bicisenda en Teodoro García. «Tendrían que sacarla, yo no sé para qué la hicieron», pide Vicente.
En Transporte, sin embargo, se niegan a hacerlo: «No se va a remover ninguna ciclovía para darle prioridad al estacionamiento. Ésa no es la política de movilidad sustentable que elegimos», dicen en el área.
El gobierno también impulsa el estacionamiento medido en los barrios. La Legislatura, de hecho, aprobó una ley que permite la expansión de los parquímetros, aunque por el momento está paralizada por el dictamen de un juez. «En zonas de alto tránsito o comerciales, el estacionamiento regulado cumplirá una función: que los autos no queden ahí durante todo el día y que la gente vaya a trabajar en transporte público», señalan en la Secretaría. Mientras desalientan el uso de los coches, los viajes en bicicleta crecen: hoy hay 280.000 que circulan a diario.
La bicisenda de Moldes, como señalan algunos vecinos, en cambio, no es muy elegida por los ciclistas. «Si te quedás a mirar bien, vas a ver que no la usa nadie», dice Ricardo Alsina, un policía de 29 años que custodia una inmobiliaria en la esquina de Moldes y Aguilar.
Alberto Montes coincide y agrega que antes de la bicisenda había espacio para los coches. Tiene 68 años y hace siete que todos los días se para durante 11 horas en la esquina de Moldes y Palpa. Afirma que es «cuidador de autos y no trapito» porque los conductores le pagan «a voluntad». Montes trabaja en la puerta del Centro Traumatológico del Hospital Italiano. La clínica también aporta su cuota al desorden. «Suele venir gente mayor, entonces dejan el coche en doble fila o sobre la bicisenda, porque no pueden caminar mucho», señala. Cuenta que les recomienda a todos que no estacionen sobre la derecha porque les hacen multas, pero recibe respuestas poco amigables. Cangiano lo desmiente y cree que Montes tiene algo de responsabilidad en que Moldes sea un estacionamiento a cielo abierto: «Qué querés?, si todos los autos que paran los manda para allá», indica.
Facebook
Twitter
RSS