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Muchas horas de cola por una entrada para las finales del Mundial de Tango

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Con mantas, mates y termos cargados de infusiones para paliar el frío de la madrugada, los primeros fanáticos comenzaron a acomodar sus sillas plegables cerca de las cinco de la mañana. Aunque en esa zona de la Ciudad, por la cercanía del río, el viento pega fuerte y la sensación térmica es más baja, el ánimo de los que forman la fila es febril. ¿Qué esperan? Nada más ni nada menos que una entrada para las finales del Mundial de Tango, un evento por el que cada vez más extranjeros cruzan continentes y atraviesan océanos para ver bailar a los mejores del planeta.

Buenos Aires es la sede desde hace quince años y la Usina del Arte, en La Boca, el lugar elegido para retirar, de a dos por persona, los tickets que garantizan una butaca en el estadio Luna Park durante las dos noches más importantes del certamen: martes y miércoles que viene.

«Volé 40 horas para llegar hasta acá. Es la primera vez que vengo, pero en mi país bailo tango. Llegué ayer y no me voy a perder nada hasta que termine», relata la taiwanesa Shanyi Hsu, en un castellano bastante claro.

Shanyi vive en Taipéi y allí conoció a Sunny Wang, profesor de tango, chacarera y samba que ya es reincidente en el Festival, aunque nunca compitió. «Me gusta ver el Tango Pista y el Escenario pero para bailarlo, elijo un estilo más libre», dice y destaca que lo que más lo impactó esta edición fueron las orquestas.

La cola es cada vez más larga. Recorre Pedro de Mendoza, pega la vuelta por Benito Pérez Galdós y vuelve a torcerse por Caboto. Hay personas de todas las edades y de muchísimos puntos del globo terráqueo, algo que salta al oído mediante los murmullos multilingües. A la cabeza está María Mercedes Godoy, quien desde hace ocho años no se pierde una final.