“El arte está para que cada uno se exprese”, explica Florencia Molina, de 14 años, mientras pinta de rosa la vereda de su casa. Es vecina de La Boca y alumna de la Escuela Técnica Maestro Quinquela, donada por el artista a la comunidad. Florencia es una de las 200 personas que están esparcidas sobre la calle Olavarría, entre Garibaldi y Del Valle Iberlucea. Ahí se está llevando a cabo «Olavarría en colores», una jornada de pintada de las aceras organizada por el Distrito de las Artes y el Museo Benito Quinquela Martín en el mes del aniversario de nacimiento del pintor.
“Hoy estamos cumpliendo uno de los sueños de Quinquela. Él quería que todas las calles del barrio fueran asfaltadas con colores, así La Boca sería una inmensa sonrisa junto al Riachuelo”, comenta Víctor Fernández, director del Museo Benito Quinquela Martín.
Se eligieron para pintar la vereda cuatro colores claros típicos de la paleta del artista que revolucionó el patrimonio cultural de La Boca con Caminito. “Él estaba convencido que el contacto con colores mejoraba la vida”, profundiza el director. Por este motivo la impronta cromática define el trabajo del pintor del puerto y su legado en el barrio que transformó.
Con una brocha en la mano y una mancha rosa en su buzo, el director general de Distritos Económicos de la Ciudad, Juan Seco, también mete mano a la obra colectiva. “La idea nace de una intervención que organiza el Museo en 2015. Para marcar el cumpleaños 125 del artista, se había convocado a vecinos a pintar la calle y la vereda. Quedó lindo, la gente se sacaba fotos ahí. Pensamos que era el tipo de contribución artística que nos puede servir para atraer a gente al barrio y estimular su economía a través del arte”, explica.
Decenas de familias circulan por la cuadra vallada, algunos perros andan sueltos entre los carritos de bebé y de unos parlantes suenan éxitos de cumbia. En el medio de la calle, hay mesas con vasos de plástico llenos de pintura amarilla, celeste, verde y rosa para que cada uno se sirva según su preferencia. “Esto le da otro atractivo al barrio”, explica Luisina Molina, la madre de Florencia, sentada en la vereda mientras pinta las baldosas en frente de la entrada de su casa. “Acá vivo hace 9 años y en el barrio queremos que la gente venga. Hay mucha palabra negativa hacia La Boca, pero la realidad es que es muy tranquilo”, subraya.
A medida que avanza la tarde, las veredas de Olavarría cobran vida y colores. “Esta intervención es el puntapié inicial de muchos proyectos más”, promete Fernández, el director del Museo. “La Boca es un barrio colorido de por sí, culturalmente rebelde. Es normal que tenga un aspecto distinto al resto de la ciudad. El color de La Boca se convirtió en el emblema de esta comunidad”, concluye.
Facebook
Twitter
RSS