En el cementerio de la Chacarita, y pronto en el de Flores, por determinación del gobierno porteño, se instaló un cordón metálico con alambre de púa sobre el paredón que separa el predio de la calle Guzmán.
Además, la Dirección de Cementerios decidió intensificar el control vehicular del predio en el egreso del cementerio; tres efectivos de la seguridad privada del lugar revisan los baúles de los automóviles para intentar prevenir el robo de los objetos de valor que hay en bóvedas y nichos. En cuanto a las cámaras de seguridad, el cementerio sólo cuenta con ellas en la zona de las oficinas administrativas.
El movimiento dentro del lugar es realmente bajo en enero, a raíz de las altas temperaturas; en una recorrida que realizó La Nacion se advirtieron tanto la falta de piezas de valor como destrozos en bóvedas y tumbas, y un gran descuido en general. Sólo dos cuidadores por turno recorren el predio, a pie. Además, algunos familiares decidieron colocar unas vigas a modo de «trabas» en los accesos a las bóvedas para evitar el robo de los objetos de valor.
«Hay un asentamiento bastante precario cerca, y eso hace que el riesgo sea mayor; se suma a eso que tenemos denuncias de falta de piezas de bronce y plata en las bóvedas más caras del cementerio. Por eso decidimos también controlar la salida de los autos. A veces los familiares que vienen de visita se molestan, pero es necesario reducir el riesgo» agregó Somoza.
El valor del bronce en el mercado, con algunas diferencias dependiendo del lugar, oscila entre 60 y 75 pesos el kilo. Consultados acerca de las acciones tomadas en el cementerio, las autoridades del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la ciudad sólo dijeron que se trata de «una medida preventiva por cuestiones de seguridad». Sin embargo, no se trata sólo de un problema relativo a la necrópolis de la Chacarita. También se anticipó a La Nacion la instalación del mismo cerco metálico en el cementerio del barrio de Flores.
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