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Conocé todos los misterios de la Ecoaldea Velatropa de Ciudad Universitaria en Nuñez

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La ciudad de Buenos Aires esconde una aldea. Sí: una aldea de verdad, con personas y construcciones rudimentarias; huertas, ritos y todo eso. Un extraño rincón de la ciudad que permanece fuera del sistema y donde el tiempo no tiene tiempo. O, por lo menos, eso es lo que desearían quienes lo habitan y construyen.

Velatropa comenzó a levantarse en 2007 en los cimientos de lo que iba a ser el pabellón cinco de la Ciudad Universitaria, frente al estadio de River Plate. El espacio, abandonado desde hace décadas, pertenece a la Universidad de Buenos Aires (UBA), que tolera su presencia, y en algún momento hubo en las proximidades otro tipo de asentamientos, como la controvertida «villa rosa», que ya no está.

Oculta entre los árboles, la vegetación y el hormigón, la curiosa ecoaldea es un secreto para la mayoría de los porteños, pero bastante difundido entre los estudiantes y las autoridades universitarias. «Sí, claro, los pibes de la aldea están por allá», indicó el encargado de la playa de estacionamiento del complejo universitario.

Un sendero por detrás de los pabellones paralelo a la orilla del río lleva hasta una especie de portal del que cuelgan unas cintas de tela y un cartel que dice: «Bienvenidos a la ecoaldea Velatropa». El camino sigue hacia las entrañas de un espacio en constante construcción. Allí surge de la nada un «refugio de invierno» que conjuga salón, mesas, sillones y sillas, un espacio de estudio, una cocina de barro y el guardabicicletas comunitario. Cuentan, también, con un panel solar para proveerse de luz y una canilla de agua corriente cedida por la UBA.

Puede parecer increíble, pero el proyecto gestado al calor de algunos estudiantes creció al punto de que los velatropenses ya son alrededor de un centenar. Los fines de semana cocinan comidas naturales que comparten entre todos y, al caer el sol, plantan un árbol frutal (hay cerezos, paltas y ciruelos). Esos retoños pugnan por crecer en una tierra generada a partir de los rellenos sobre el río.

La mayoría de los velatropenses, de entre 20 y 30 años, no vive allí y trashuman entre sus casas céntricas y esta especie de vergel ultraecológico donde no está permitido fumar -hay un sector especial para hacerlo- ni beber alcohol. Las construcciones están proyectadas a partir de barro y materiales totalmente reciclados -botellas, maderas, plásticos-, con diseños libres con aires gaudianos o modelos físicos. También hay carpas. Y un sistema informal de riego para la huerta. Los aldeanos se llaman entre sí «hermanos», se guían por el calendario maya y viven según las directrices de la «permacultura».