Ciudad

El Jardín Japonés festeja 50 años

Ciudad

Para la cultura occidental, un jardín no puede ser denominado como tal sin la presencia de flores. Para los orientales en cambio, es sinónimo de serenidad y armonía visual. Un híbrido perfecto de ambos conceptos se materializó en pleno corazón de Palermo en 1967, se dio a conocer como Jardín Japonés, y mañana celebra sus primeros 50 años con las puertas abiertas y un festival gratuito de colores, sabores y costumbres de esa tierra ancestral.

Esta porción del Parque Tres de Febrero, que las autoridades porteñas cedieron a la comunidad japonesa, fue concebido como un homenaje a los entonces príncipes herederos, actuales Emperadores Akihito y Michiko, y como ofrenda al pueblo argentino por haberle abierto los brazos a la inmigración japonesa, y se eligió porque allí ya se erigía desde 1960 un enorme farol de piedra, otro regalo de la comunidad del país oriental en el 150 Aniversario de la Revolución de Mayo.

Hoy ese faro es el punto medio del jardín, que originalmente ocupaba un tercio del terreno actual y no estaba perimetrado, y al que llegan 600.000 visitantes por año. Es que si nos dejamos llevar y nos desprendemos del factor tiempo, allí dentro, las cosas suceden a otro ritmo, sin decir que el paseo se completa con un restaurante y casa de té donde es imposible no extender la sobremesa.

«Decimos que éste es el Jardín Japonés independiente más grande del mundo porque en Japón todos los jardines son anexos a templos, castillos y demás espacios privados que los señores ricos se mandan a construir. Éste se pensó como un obsequio,tiene ese significado y esa particularidad respecto de otros similares”, dice Kazunori Kosaka, presidente de la Fundación Cultural Argentino Japonesa, que administra el espacio desde 1989

En efecto, el que tiene acceso sobre las avenidas Berro y Casares, a metros de Figueroa Alcorta, es uno de los más grandes fuera de Japón, y el que mejor conservado se encuentra. En ello trabaja un staff de 20 jardineros, cuya cabeza de equipo fue capacitada en el país de origen con las técnicas precisas para proteger las especies típicas.

Dentro de las tres hectáreas que ocupa convive flora autóctona, como tipas y palos borrachos, con ejemplares de pino negro, rojo, bambú y ginkgo biloba. Aunque sin dudas las estrellas del parque son los sakuras, o cerezos, el árbol típico japonés que florece en julio y viste los senderos con sus pétalos, y le da a los visitantes un motivo más para disparar foto tras foto: la actividad más repetida del lugar con cualquier clima y en cualquier época del año. Porqueel Jardín regala postales durante las cuatro estaciones.