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Vecinos del Abasto luchan porque no demuelan la «Casa Pantano»

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El viejo barrio del Abasto está viviendo un clarísimo proceso de gentrificación, fea palabreja que designa el reemplazo de una población de un sector urbano por otro más rico. El Abasto fue de clase obrera y especializado en el comercio de ese mercado, pero desde que el formidable edificio se transformó en shopping, arrancó el negocio inmobiliario con todo.

Quien lo recorra verá los agujeros de este “despegue”, la pérdida de personalidad del barrio, la destrucción sistemática de piezas patrimoniales, la ausencia de bares y restaurantes baratos, la aparición de torres brutas y edificios tontos.

Lo que no se ve tanto son los desalojos, la expulsión de los vecinos de antes para crear estos negocios inmobiliarios. Con lo que la Casa Pantano es un ejemplo visible de lo que pasa todo el tiempo, y sólo porque sus habitantes decidieron dar pelea y no dejarse correr. La Pantano es uno de los ya raros edificios de renta de fines del siglo 19 que nos van quedando, una gran fachada italianizante en Carlos Gardel 3151 que esconde largos patios con galería y piezas de techos altísimos. Los vecinos de Abasto cuentan que el inquilinato pertenecía a una señora que, típicamente, cobraba cada semana pero no arreglaba el edificio, total era viejo. Ante el reclamo de los habitantes, la dueña vendió.

La Pantano está en la cuadrita “tanguera”, una puesta en escena urbana de bastante poco gusto inventada por el gobierno porteño para que los turistas se saquen fotos. Poca cosa, pero alcanzó para que los especuladores compraran la Pantano para destruirla y vender una torre por la ubicación. Un problema era que el caserón tenía una catalogación estructural, que impide hacerla desaparecer, pero eso se solucionó rápidamente bajándola a cautelar, que sólo obliga a preservar la fachada