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Subtes: la peor cara de la Línea B

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La línea ya estaba desmejorada estéticamente, pero su situación empeoró en los últimos meses. Se destruyeron azulejos de 1930, se pintó sobre carteles originales del Subterráneo Lacroze y se tapó todo vestigio histórico. A contramano del mundo y sin planes de restauración: así está hoy la línea B.

La denuncia realizada por el portal especializado enelsubte.com asegura que el Gobierno de la Ciudad parece haberse ensañado con la línea B. No contento con promover las obras de cambio de alimentación eléctrica a la medida de los cuestionados coches usados comprados al Metro de Madrid, que acabarán desvinculándola completamente del Ferrocarril Urquiza con el que compartía hasta ahora gálibo y alimentación eléctrica, ha emprendido un plan de intervenciones en las estaciones con escaso criterio.
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En el caso de la línea B, la única cuyas estaciones no están alcanzadas por la protección correspondiente a los Monumentos Históricos Nacionales (MHN), se han realizado varias intervenciones muy reñidas con el concepto de lo patrimonial, como el “mantel” de Medrano -que a los pocos días de terminado se “rompió”-, los árboles de Dorrego o las formas realizadas con materiales “lavables y de larga duración” (sic) en Pueyrredón.

Lejos de restaurar el aspecto original de las estaciones, como es tendencia actual en el mundo, la Ciudad ha tapado en el mejor de los casos, cuando no destruido, los azulejos originales de 1930 instalados por la Compañía Lacroze. Si no se quisiera ir tan lejos a buscar ejemplos de restauraciones medianamente exitosas puede mirarse el caso de la línea A, donde un cuidado trabajo le devolvió a muchas estaciones parte de su viejo esplendor.
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